Si hoc legere potes, nimium eruditionis habes

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sobre la capacidad de asombro

Hace unos años leí un cuento (Creo que de Ángel María Luna), se llamaba "Tengo visto al Japonés".
En el cuento se retrataba la vida de un paisano que, frente a cada fenómeno o acontecimiento que pudiese provocar asombro, decía Tengo visto al Japonés.
Éste paisano, habiendo viajado de joven a Buenos Aires, había visto a un japonés tender un cable entre dos edificios (imaginemos que tan altos debían parecer los edificios de la gran ciudad a alguien de campo) y, sin miedo aparente, cruzar de uno a otro caminando sobre el cable.
Nuestro amigo, concluyendo que ya nada en la vida podría sorprenderlo de esa manera, dio por muerta su capacidad de asombro.
Nada podía, pues, sorprenderlo, ya que él tenía visto al japonés.

Cuando leí esto por primera vez, me resultó cómico. Ya no soy el mismo.
Creo que ese cuento encierra una gran pérdida, es triste.

La capacidad de asombro es algo que nos une a nuestra infancia, donde todo era un mundo de maravillas y constantes descubrimientos.
Cada pequeña cosa que aprendíamos era un viaje sorprendente, todo aquello que no entendíamos, magia.

Pero algo de esa magia se mantiene y nos acompaña siempre, la capacidad de asombro no tiene límites.
Y eso es algo por lo que sentirnos felices.

Y, ya sea que tengamos visto al japonés, hayamos visto el mayor despliegue de fuegos artificiales en disney o descubramos las delicadas nervaduras en las alas de una mosca, siempre habrá algo que nos sorprenda, algo nuevo, algo que nos haga contener el aliento.

La vida es descubrimiento, todos los días aprendemos algo, todo puede enseñarnos algo.

Y en todo descubrimiento, en cada pequeño paso hacia lo desconocido, se esconde un japonés dispuesto a tender su cable.


Saludos

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