En un un diálogo de la película Antz, el personaje principal dice una frase muy a lo Woody Allen, "es muy difícil ser el hijo del medio en una familia de treinta millones"
La vida en la ciudad tiene múltiples ventajas, la interacción social es una de ellas. El ser "parte de la manada", uno más entre miles, protege.
Si somos un individuo entre miles no destacamos, nadie nos va a mirar, nadie nos va a juzgar.
Podemos sentirnos seguros en nuestra invisibilidad.
Tenemos, además, todo cerca, todo a mano. Podemos tener practicamente lo que queramos (siempre que podamos pagarlo) sin mayores dilaciones.
Alcanzar lo que queremos casi al instante.
Beneficios.
Beneficios, sin duda. Pero a que precio?
El tener todo a mano, casi sin esfuerzo, hace que el conseguirlo no gratifique. Pero el no conseguir (por uno u otro motivo) hace que nos sintamos en falta, no sólo ante nosotros mismos, sino ante la sociedad.
Al ser uno más entre miles el trato se vuelve impersonal, quien está ahí no es alguien, es uno más, un número.
Y eso genera angustia, genera depresión.
Y terminamos como los norteamericanos, miramos Friends, pero tememos involucrarnos con los demás.
Nos sentimos sólos entre miles de personas.
En una localidad pequeña la situación es otra.
Pasamos de ser un individuo gris a una persona.
Somos la dentista, el carnicero, el vasco, el gallego, la turca.
Naturalmente hay problemas, bien se dice "pueblo chico, infierno grande", pero el interactuar con personas "reales" hace mas rica la relación.
Perdemos inmediatez, pero es eso realmente una pérdida?
La dificultad, o la sana espera por algo que deseamos, no hace que lo valoremos más?
Como a un ser amado al que sólo podemos tocar una vez al año.
El aroma de la tierra mojada, el despertar con el canto de los pájaros, las noches estrelladas.
Todo eso es ganancia; todo eso es paz.
Con la paz interior se entiende el valor de uno mismo.
La felicidad no es un fin, es un camino.
Saludos
Si hoc legere potes, nimium eruditionis habes
lunes, 29 de noviembre de 2010
martes, 23 de noviembre de 2010
Sobre búsquedas y encuentros
"El que no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra."
Claude Bernard dijo esto una vez, es bastante aplicable, sobretodo en la ciencia.
Pero ese empirismo extremo no es conducente, la ciencia misma sabe de innumerables casos donde por casualidad o azar se ha llegado a grandes descubrimientos.
Casos incluso de científicos que, dormidos, han escrito enunciados o fórmulas que los han llevado a descubrimientos.
Acostumbramos buscar sin saber lo que buscamos. Incluso buscamos sin saber que lo hacemos.
Y la recompensa de esa búsqueda ignota muchas veces supera nuestras expectativas.
Somos seres racionales, pero también somos seres emotivos.
Tal vez sea cierto que aquel que no sabe lo que busca no entienda aquello que encuentre.
Pero no es menos cierto que aquel que no sabe que busca (que no sabe que está buscando) entienda y ame lo que encuentra.
Saludos
Claude Bernard dijo esto una vez, es bastante aplicable, sobretodo en la ciencia.
Pero ese empirismo extremo no es conducente, la ciencia misma sabe de innumerables casos donde por casualidad o azar se ha llegado a grandes descubrimientos.
Casos incluso de científicos que, dormidos, han escrito enunciados o fórmulas que los han llevado a descubrimientos.
Acostumbramos buscar sin saber lo que buscamos. Incluso buscamos sin saber que lo hacemos.
Y la recompensa de esa búsqueda ignota muchas veces supera nuestras expectativas.
Somos seres racionales, pero también somos seres emotivos.
Tal vez sea cierto que aquel que no sabe lo que busca no entienda aquello que encuentre.
Pero no es menos cierto que aquel que no sabe que busca (que no sabe que está buscando) entienda y ame lo que encuentra.
Saludos
viernes, 19 de noviembre de 2010
jueves, 18 de noviembre de 2010
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Sobre la capacidad de asombro
Hace unos años leí un cuento (Creo que de Ángel María Luna), se llamaba "Tengo visto al Japonés".
En el cuento se retrataba la vida de un paisano que, frente a cada fenómeno o acontecimiento que pudiese provocar asombro, decía Tengo visto al Japonés.
Éste paisano, habiendo viajado de joven a Buenos Aires, había visto a un japonés tender un cable entre dos edificios (imaginemos que tan altos debían parecer los edificios de la gran ciudad a alguien de campo) y, sin miedo aparente, cruzar de uno a otro caminando sobre el cable.
Nuestro amigo, concluyendo que ya nada en la vida podría sorprenderlo de esa manera, dio por muerta su capacidad de asombro.
Nada podía, pues, sorprenderlo, ya que él tenía visto al japonés.
Cuando leí esto por primera vez, me resultó cómico. Ya no soy el mismo.
Creo que ese cuento encierra una gran pérdida, es triste.
La capacidad de asombro es algo que nos une a nuestra infancia, donde todo era un mundo de maravillas y constantes descubrimientos.
Cada pequeña cosa que aprendíamos era un viaje sorprendente, todo aquello que no entendíamos, magia.
Pero algo de esa magia se mantiene y nos acompaña siempre, la capacidad de asombro no tiene límites.
Y eso es algo por lo que sentirnos felices.
Y, ya sea que tengamos visto al japonés, hayamos visto el mayor despliegue de fuegos artificiales en disney o descubramos las delicadas nervaduras en las alas de una mosca, siempre habrá algo que nos sorprenda, algo nuevo, algo que nos haga contener el aliento.
La vida es descubrimiento, todos los días aprendemos algo, todo puede enseñarnos algo.
Y en todo descubrimiento, en cada pequeño paso hacia lo desconocido, se esconde un japonés dispuesto a tender su cable.
Saludos
En el cuento se retrataba la vida de un paisano que, frente a cada fenómeno o acontecimiento que pudiese provocar asombro, decía Tengo visto al Japonés.
Éste paisano, habiendo viajado de joven a Buenos Aires, había visto a un japonés tender un cable entre dos edificios (imaginemos que tan altos debían parecer los edificios de la gran ciudad a alguien de campo) y, sin miedo aparente, cruzar de uno a otro caminando sobre el cable.
Nuestro amigo, concluyendo que ya nada en la vida podría sorprenderlo de esa manera, dio por muerta su capacidad de asombro.
Nada podía, pues, sorprenderlo, ya que él tenía visto al japonés.
Cuando leí esto por primera vez, me resultó cómico. Ya no soy el mismo.
Creo que ese cuento encierra una gran pérdida, es triste.
La capacidad de asombro es algo que nos une a nuestra infancia, donde todo era un mundo de maravillas y constantes descubrimientos.
Cada pequeña cosa que aprendíamos era un viaje sorprendente, todo aquello que no entendíamos, magia.
Pero algo de esa magia se mantiene y nos acompaña siempre, la capacidad de asombro no tiene límites.
Y eso es algo por lo que sentirnos felices.
Y, ya sea que tengamos visto al japonés, hayamos visto el mayor despliegue de fuegos artificiales en disney o descubramos las delicadas nervaduras en las alas de una mosca, siempre habrá algo que nos sorprenda, algo nuevo, algo que nos haga contener el aliento.
La vida es descubrimiento, todos los días aprendemos algo, todo puede enseñarnos algo.
Y en todo descubrimiento, en cada pequeño paso hacia lo desconocido, se esconde un japonés dispuesto a tender su cable.
Saludos
martes, 16 de noviembre de 2010
Pequeña diatriba contra la Tauromaquia
Partamos de esta base: Un animal es un animal y es pueril endilgarle sentimientos humanos.
Pero es igualmente vano tratar de ocultar el dolor que pueda
No hay
La tauromaquia es un espectáculo dantesco, abominable e inútil.
La muerte como espectáculo es deleznable, participar , aunque sólo sea como espectadores pasivos, nos embrutece.
No
Mis respetos para todos.
domingo, 14 de noviembre de 2010
Sobre la belleza.
La búsqueda de belleza es algo inherente al hombre. En un sentido amplio, la belleza es todo aquello que nos hace sentir bien, felices. Por tanto, el concepto de belleza es tan amplio como querramos que sea y, por esta misma amplitud, absolutamente subjetivo.
En un sentido estético, la contemplación de la naturaleza o de imágenes de ella, es para mi una de las formas más genuinas y fáciles de encontrarme con la belleza.
El hombre, a través de la creación, puede generar obras tan bellas y emocionantes como las naturales; obras que nos quitan el aliento por su elegancia, armonía y su capacidad de transmitir sentimiento.
Es en la música, tal vez, donde este objetivo (la búsqueda de belleza) alcance su fin de la manera mas acabada, mas plena.
Sentir como nuestra piel se eriza, nuestro corazón se agita y nuestra alma se regocija , sentir que la maravilla de una obra nos toca, es algo sublime.
"Si no lo sientes, no lo entiendes" es una frase que, creo, explica a cabalidad la emoción que se siente ante la belleza.
Si no sentimos emoción ante una obra, si ésta no nos llega, no significa que no sea bella, no significa que estemos equivocados, ni mucho menos.
Significa, nada más, que en ese momento (y éste es un concepto clave) nuestra receptividad o nuestra concepción de la belleza no cuadra con lo que vemos, o con lo que sentimos.
Se dice que hay tantos libros como lectores.
Entiendo la base de esa sentencia, entiendo el razonamiento que derivó en ella.
Pero me parece incompleto.
En realidad, hay tantos libros como LECTURAS, y ésto se relaciona con el párrafo anterior.
Nuestra vida es cambio. No siempre evolución (se equivocan aquellos que ven evolución en todo cambio), sino cambio constante.
No somos hoy los mismos que ayer, no somos ahora quienes eramos cuando empezamos a leer esto (o a escribirlo).
Por esa causa, reaccionamos de maneras distintas ante los mismos estímulos.
Lo que no nos toca hoy, nos puede emocionar mañana.
En un sentido estético, la contemplación de la naturaleza o de imágenes de ella, es para mi una de las formas más genuinas y fáciles de encontrarme con la belleza.
El hombre, a través de la creación, puede generar obras tan bellas y emocionantes como las naturales; obras que nos quitan el aliento por su elegancia, armonía y su capacidad de transmitir sentimiento.
Es en la música, tal vez, donde este objetivo (la búsqueda de belleza) alcance su fin de la manera mas acabada, mas plena.
Sentir como nuestra piel se eriza, nuestro corazón se agita y nuestra alma se regocija , sentir que la maravilla de una obra nos toca, es algo sublime.
"Si no lo sientes, no lo entiendes" es una frase que, creo, explica a cabalidad la emoción que se siente ante la belleza.
Si no sentimos emoción ante una obra, si ésta no nos llega, no significa que no sea bella, no significa que estemos equivocados, ni mucho menos.
Significa, nada más, que en ese momento (y éste es un concepto clave) nuestra receptividad o nuestra concepción de la belleza no cuadra con lo que vemos, o con lo que sentimos.
Se dice que hay tantos libros como lectores.
Entiendo la base de esa sentencia, entiendo el razonamiento que derivó en ella.
Pero me parece incompleto.
En realidad, hay tantos libros como LECTURAS, y ésto se relaciona con el párrafo anterior.
Nuestra vida es cambio. No siempre evolución (se equivocan aquellos que ven evolución en todo cambio), sino cambio constante.
No somos hoy los mismos que ayer, no somos ahora quienes eramos cuando empezamos a leer esto (o a escribirlo).
Por esa causa, reaccionamos de maneras distintas ante los mismos estímulos.
Lo que no nos toca hoy, nos puede emocionar mañana.
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